Uno de los grandes méritos de los antiguos arrieros mexicanos, escasamente conocido, y menos reconocido, es el de haber sido muchas veces emisarios y promotores de la paz entre bandos contrarios en las regiones donde ellos traficaban con sus mercancías.
Los arrieros hicieron del comercio y del transporte un instrumento de paz desde los primeros tiempos de la Colonia española –hace cerca de 500 años–, hecho trascendente que debe ser valorado por todos los sectores económicos, políticos y sociales, en función de lo que representa para la buena marcha del país.
La paz entre criollos y seris
Un caso ejemplar de esta extraordinaria virtud de los arrieros de México (ellos tienen muchas otras cualidades) es el que describe el escritor jalisciense Francisco Rojas González en su novela “Lola Casanova”, que trata del sangriento conflicto sostenido durante muchos años por los indios seris y los criollos de Guaymas, en el hoy Estado de Sonora.
“Los indios –dice este autor—no son inferiores por indios, sino por pobres”, y el mensaje que manda a sus lectores es que se puede rescatar de la ignorancia y la pobreza a los indígenas –que siguen representando hoy el principal rezago del país—si realmente nos preocupamos porque vivan mejor.
En este punto concuerda el notable indigenista Andrés Henestrosa, quien dijo que la única diferencia entre Benito Juárez, Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez y los demás indios de México es que los primeros fueron a la escuela. Así de sencillo.
Lola Casanova, una bella criolla de Guaymas que había sido raptada por los seris, se enamoró de Coyote, entonces jefe de esa tribu, y a su vez éste, rendido ante ella, le dio el trato de reina.
Mujer de buenos principios, Lola tuvo entonces margen de acción para negociar la paz entre criollos y seris, valiéndose para ello de los arrieros que traficaban entre Hermosillo y Guaymas.
Su plan fue simple, pero efectivo: interesar a los criollos en las perlas que los indios obtenían en abundancia, y a éstos en las telas, sartales de cuentas, hilo, tijeras y agujas que los arrieros transportaban.
El comercio, mejor que la guerra
Fue así como el comercio creó las bases para la paz, que pronto firmaron seris y criollos, porque se dieron cuenta que intercambiar los objetos que ambos producían era mejor negocio que la guerra.
Claro está que estos cambios tan radicales en las formas de vivir de criollos e indígenas dio lugar a serias dificultades al interior de cada bando, que lamentablemente perduran en el país, porque tanto indígenas como mestizos no acabamos de entender que somos una misma nación.
El hecho es que luego los seris pelearon entre sí porque unos querían la “modernidad” y la paz con los blancos, mientras otros se resistían a abandonar sus tradiciones. Entre los criollos también hubo conflicto porque unos simpatizaban con los indígenas, en tanto que otros los rechazaban por no ser de su clase y porque sentían que era fácil explotarlos y despojarlos de sus tierras.
Artículo publicado por el semanario Conciencia Pública en su edición del domingo 23 de julio de 2017.