Cómo azotó a Jalisco el Cólera Grande de 1833

Este reportaje histórico, publicado en «El Informador» el 23 de junio de 1991, cobra actualidad con motivo de la pandemia de Covid-19 que hoy sufre nuestro país. El lector encontrará aquí, entre otras muchas semejanzas, la que en desgracias nacionales siempre hay gente que arriesga su vida por los demás, mientras otros tratan de aprovecharlas para llevar agua a su molino.

Panteón de Los Ángeles abierto en esta ciudad en 1833 para sepultar a los muertos que no cabían en los otros dos cementerios.

Murieron 20,000 en el Estado (3,275 en Guadalajara).

En Jalisco, sólo Tapalpa escapó a la epidemia.

El gobernador en persona salió a curar a los pobres.

Y para colmo de los males estalló la guerra civil.

JAVIER MEDINA LOERA

Aquel verano de 1833 fue tan funesto para los habitantes de Guadalajara y del Estado que durante muchos años se recordó con horror y se tomó como punto de referencia para hablar de lo que sucedió antes y después del cólera.

Hubo día en que fallecieron cerca de 300 personas en Guadalajara, que en ese año apenas pasaba de 40,000 habitantes.

Acerca de esta epidemia que azotó a Jalisco en 1833, dice don Luis Pérez Verdía que ocasionaba “terribles calambres y evacuaciones constantes que producían en pocas horas la muerte irresistible, pues muy raro era aquél que atacado por la enfermedad lograba salvarse…

El aspecto de la ciudad era tétrico; por las calles se veían únicamente cadáveres que se llevaban a sepultar, personas afligidas que corrían en busca de médicos o sacerdotes y vecinos espantados que se comunicaban las noticias de nuevas defunciones de amigos o conocidos.

“El sacerdote que empezaba a ejercer su noble ministerio apenas salía de una casa, cuando era atrapado por alguno de los muchos que esperaban, hasta que el contagio lo inhabilitaba para caminar.

“Las iglesias cerradas, el mercado exhausto, las calles desiertas, las reuniones prohibidas, las familias a dieta, las rogativas públicas constantes, los vecinos saliendo de las poblaciones infectadas para ir a otras donde aún no llegaba la epidemia, siendo allí entonces de las primeras víctimas, o bien a los pueblos que ya habían sido asolados y en ese evento iban frecuentemente a contarse por los últimos casos funestos que allá se registraban. Tapalpa fue el único pueblo que se escapó de la epidemia, y Tonalá y Chapala aquéllos en que se mostró más benigna”.

La necesidad de dar oportuna sepultura a tantas víctimas del cólera obligó al Guardián del Convento de San Francisco a inaugurar el Cementerio de los Ángeles, ya que los dos que había resultaron insuficientes, dice don Luis Páez Brotchie.

Víctima de la terrible epidemia del Cólera Morbus –narra el también historiador Ignacio Dávila Garibi—fue el señor Maestrescuelas Dr. D. Miguel Ignacio de Gárate Odrias y Manzano, quien pasó a mejor vida el 8 de agosto de 1833 y el mismo día fue sepultado su cadáver en la Catedral en el osario de los señores capitulares.

Ese día comenzaba el señor Gárate a celebrar el augusto sacrificio, cuando intempestivamente se vio atacado de la terrible epidemia que tantas víctimas estaba causando en la ciudad y pidió al acólito que le llevara inmediatamente un sacerdote para confesarse, lo cual sorprendió mucho al acólito, quien se atrevió a decir:

“¿Pero cómo se quiere confesar usted si está celebrando la santa misa?”

A lo que contestó el señor Maestrescuelas:

“No pierdas tiempo; corre por el padre, que no es lo mismo confesarse para decir misa que confesarse para morir”.

Del 24 de julio al 20 de septiembre el Cólera Morbus produjo en Guadalajara 3,275 defunciones en una población de 40,000 habitantes (más del ocho por ciento), por lo que el año 1833 fue llamado del “Cólera Grande” para diferenciarlo del registrado años después, en 1850, que por sus menores consecuencias fue llamado el “Cólera Chico”.

¿Pero qué es el cólera?

La Secretaría de Salud lo define como una infección gastrointestinal aguda, cuyas principales manifestaciones son vómito y diarrea abundante. La principal complicación es la deshidratación grave que en caso de no tratarse puede llevar a la muerte.

Es causado por una bacteria que se llama “Vibrio Cholerae”, la cual es tan frágil que puede morir fácilmente al contacto con desinfectantes como el cloro y los antibióticos, y se transmite por la ingestión de agua o alimentos contaminados.

Desde la más remota antigüedad han existido diversas pandemias, sobre todo en Asia entre los siglos XV y XVIII. En los siglos XIX y XX se reportaron siete pandemias, de las cuales sólo tres afectaron gravemente a México, en los años 1833, 1850 y 1917.

Al tener conocimiento de la epidemia, en 1832, el Gobierno de México dispuso la cuarentena de los buques procedentes de lugares sospechosos. Sin embargo, la enfermedad llegó de dos puntos: de Nueva Orleáns, infectada en 1832, y de La Habana en 1833. La penetración por el Norte fue advertida en Saltillo el 27 de junio y la procedente de La Habana llegó a Campeche, Yucatán y Tampico.

La primera ciudad atacada en el interior del país fue San Luis Potosí, donde el 28 de junio se certificó el primer caso de cólera; luego, entre el 14 y 15 de julio se extendió a Aguascalientes y Zacatecas, y el día 24 del mismo mes se presentó el primer caso mortal en Guadalajara.

Para agosto la epidemia se encontraba en la Ciudad de México, donde causó más de 14,000 defunciones, extendiéndose a casi toda la República.

La propagación siguió el trayecto de las vías públicas y el sentido de las corrientes de los ríos.

La mortandad ocasionada fue muy diferente de un lugar a otro, pues mientras algunas poblaciones escaparon totalmente a este azote, como ya lo dice Pérez Verdía en el caso de Tapalpa, en otras sus habitantes fueron diezmados hasta en 50 por ciento.

Guadalajara se prepara

En tiempos del Cólera Grande gobernaba Jalisco el doctor Pedro Támes y Bernal, reconocido incluso por sus adversarios políticos como un hombre talentoso, prudente, honrado y caritativo, quien durante la epidemia, en los días de mayor angustia y peligro “dio muestras de valor y filantropía, asistiendo a toda hora como facultativo a multitud de pobres”, a los que en la mayoría de los casos recetaba sin cobrarles ni un centavo.

El doctor Támes, considerado como un liberal radical, gobernó el Estado del 1 de marzo de 1833 al 13 de junio de 1834.

Aparte de la inminente llegada del cólera, el doctor Támes tenía también ante sí otro grave problema: preparar la ciudad para un posible ataque rebelde y conjuntar una división de mil hombres para ir en ayuda del general Santa Anna, ya que, para colmo de los males, se había iniciado la guerra civil.

En medio de estas preocupaciones –dice Hutchinson—el doctor Támes recibió una poco comedida carta de Santa Anna donde este le recriminaba la apatía y la indiferencia del Estado de Jalisco por la justa causa federalista.

En realidad desde 1831 los periódicos de México hablaban ya sobre los estragos causados por el cólera en Europa, de tal suerte que en febrero de 1833, cuando se supo que la epidemia dejaba miles de víctimas en La Habana, la gente se empezó a preocupar y en Guadalajara se empezaron a tomar providencias.

De hecho, desde el 22 de septiembre de 1832 la Junta Superior de Salud Pública de esta capital, presidida por José Joaquín González, se había dirigido al gobernador José Ignacio Herrera diciéndole que lamentaba no poder complacer la medida tomada por el Congreso del Estado para elaborar en un plazo de diez días “un reglamento minucioso y circunstanciado que comprenda tanto las medidas precautorias que deban tomarse para evitar la internación del Cólera Morbus como para auxiliar a la humanidad doliente en caso de que se verifique el contagio”.

La Junta argumentaha que era “vasto el trabajo y corto el tiempo, ninguno el teatro de observación y varios los problemas qué resolver” para cumplir esa tarea.

Decía que, por ejemplo, “la mayor parte de los médicos europeos opinan que el Cólera Morbus no es contagioso, en cuyo caso, como se ve claramente, son inútiles los cordones sanitarios, el aislamiento de los enfermos, las cuarentenas que se hace guardar a los buques, las fumigaciones. Pero hay otra parte de profesores, que no es tan grande a la verdad, más sí respetable por los conocimientos y por el noble objeto que les anima, que es de parecer contrario y que también alega hechos y observaciones a su favor…

“Solamente sobre un punto estamos acordes los observadores en cuanto a medidas precautorias, es a saber: la policía pública y privada, la ventilación de los lugares, la serenidad de los espíritus y la seguridad de la subsistencia”.

En cuanto al método curativo, la Junta advertía sobre la insuficiencia de los dos hospitales de la ciudad, por lo que solicitaba la construcción de otros seis, para cada uno de los cuarteles en que estaba dividida Guadalajara, así como hospitales o lazaretos en los pueblos foráneos, con facultativos y botica.

Los diputados deliberaron sobre la respuesta de la Junta, y según consta en documentos del Archivo Histórico de Jalisco y en el Tomo V de la Colección de Decretos del Poder Legislativo, en vez de aprobar específicamente el programa propuesto, el Congreso expidió el Decreto No. 471 del 22 de febrero de 1833, que “faculta omnímodamente al Gobierno para que de acuerdo con su consejo y ayuda a la Junta Superior de Salud Pública, dicte todas las medidas que estime convenientes para proveer al Estado de cuantos auxilios necesite si fuera atacado del Cólera Morbus; para ello (se autorizan) los gastos que sean precisos del erario del mismo o de cualesquiera otros fondos públicos”.

Ataca la epidemia

Gracias a la acuciosa investigación realizada por Lilia V. Oliver sobre el cólera de 1833 en Guadalajara, sabemos que el 24 de julio murió aquí la primera víctima: un niño de diez años de edad llamado Saturnino Jiménez Cabello, que vivía en el centro de la ciudad.

El 13 de agosto hubo 238 muertos, de los cuales 30 eran niños y jóvenes, 139 adultos y 69 ancianos, entre hombres y mujeres, sepultados en su mayoría en el Panteón de Belén.

La epidemia duró en la ciudad casi dos meses, del 24 de julio a finales de septiembre, pero en los tres meses siguientes continuaron presentándose casos aislados.

Incluso la celebración de la Independencia de México, para la cual se había nombrado una comisión organizadora desde principios de agosto, tuvo que aplazarse ese año hasta el 4 de diciembre, porque la gente seguía muriendo y había la prohibición oficial de hacer reuniones numerosas.

Las tasas brutas de mortalidad por parroquia fueron: Analco, 120.4 por cada 1,000 habitantes; Mexicaltzingo, 80.18; Sagrario, 46.53; Jesús, 85.17, y Santuario, 90.81 muertos por cada 1,000 habitantes, de donde resulta que la mortalidad más alta se registró en el barrio de Analco, poblado por gente humilde de origen indígena, y la más baja en El Sagrario, en el centro de la ciudad, donde vivía la gente de mayores recursos.

Es muy significativo que según las actas de defunción levantadas por los párrocos, el 99 por ciento de los “coléricos” tapatíos fueron enterrados “de limosna”, ya que de los 3,275 entierros, sólo 34 no fueron “de limosna”, es decir, que por las condición económica de esos muertitos, los dolientes pudieron pagar por ellos.

El hecho de que la epidemia afectara especialmente a la gente humilde, concluye Lilia V. Oliver, refleja las degradantes condiciones en que vivían aquellas masas de población, y esto no era señal de un castigo divino por las reformas liberales, como afirmaban el Clero y los conservadores, sino de la incapacidad de la ciudad para proteger a todos sus habitantes.

Tratamientos dolorosos

Para la primera mitad del Siglo XIX en México no se desarrollaba aún la investigación en cólera, por lo que la terapéutica aplicada en Guadalajara y otras ciudades del país era por lo general la importada de Europa, manejándose concepciones médicas de siglos anteriores al XIX o se echaba mano de una medicina popular derivada de la tradición indígena.

Al respecto, Oliver señala que privaba en los médicos el espíritu de atacar los efectos del cólera sin preguntarse las causas. Si al “colérico” le descendía la temperatura corporal, se ordenaban “friegas” que estimularan la circulación sanguínea, y que eran muy dolorosas. Si dolores intensos y convulsiones, se respondía con una maravilla del Siglo XIX, la morfina. Y en el extremo de este rezago terapéutico, pensando que el cólera había envenenado la sangre del enfermo, se ordenaba, “si este era lo bastante robusto y sanguíneo”, la antiquísima práctica de la sangría, para que arrojase fuera la parte corrompida de la sangre.

Como era de esperarse, sólo aquellos individuos muy bien alimentados soportaban tanto el cólera como el tratamiento y, por lo tanto, la mayor parte de la población afectada sucumbía a los fatales vibriones.

Las medidas sanitarias

La Junta de Sanidad de Guadalajara hizo hincapié en 1833 en el aseo público y en la limpieza de las habitaciones, aconsejando también la ventilación de los lugares y el aseo de las calles.

En sesión del 28 de enero de 1833 el Sr. Juan José Serrano propuso que se mandaran construir seis carretones que recogieran de parte de noche los excrementos que se arrojaban en las esquinas.

Otra medida propuesta por el Sr. Tiburcio Gutiérrez, vocal del Ayuntamiento, fue que “se construyeran caños subterráneos grandes en la medianía de las calles para desaguar en ellos los de las casas”.

El ambiente físico de Guadalajara era propicio para el contagio. El agua que consumían los tapatíos la obtenían de pozos domésticos que fácilmente se contaminaban. El Rio de San Juan de Dios corría a cielo abierto, el agua sucia corría también por la vía pública, la basura se acumulaba y los cerdos se paseaban tranquilamente por las calles de la ciudad.

Algunas de las medidas tomadas por las autoridades trataban de mejorar estas condiciones, como es el caso del acuerdo firmado por el Jefe Político del Primer Cantón el 5 de agosto de 1833, que disponía el entierro de los muertos diez horas después de haber fallecido; la suspensión de labores en tenerías, almidonerías y jabonerías, por considerarlas contaminantes, y la prohibición absoluta de la venta de vinos y licores.

También se ordenó que las calles y el interior de las casas estuvieran barridos y regados a las ocho de la mañana, que no se hicieran riegos con aguas sucias, que no hubiera reuniones numerosas y que “las casas de billar, lotería y sociedad se cierren precisamente a las oraciones de la noche”.

Un Estado en bancarrota

Sobre el ambiente que vivía Jalisco en aquellos días habla el 3 de octubre de 1834, un año después de la catástrofe, el gobernador José Antonio Romero, en un informe rendido al gobierno de Antonio López de Santa Anna.

En este documento, que aparece en la colección “Jalisco, Testimonio de sus Gobernantes”, el gobernador Romero reconoce un déficit anual de 12,857 pesos en el presupuesto estatal (muy alto para aquellas fechas), “esto sin mencionar gastos extraordinarios que por desgracia son frecuentes y no pueden cubrirse de otro modo que con el recurso odiosísimo de préstamos forzosos que tanto se han usado en este Estado; se hallan casi todos insolutos y han sido en mucha parte causa de la exasperación general”.

Acepta igualmente que “no se han formado censos de población en los últimos años”, pero que “en base a los de 1822 habría en Jalisco 722,885 habitantes, sin otra rebaja considerable que la ocasionada por las pestes de viruelas en el año de 30 y Cólera Morbus en el próximo pasado. De esta última hay constancia que cercenó la población en el número de 20,000 almas, y de la otra se puede asegurar sin temor a equivocarse, que no lo fue inferior, aunque menos notable por haberse explicado solamente entre los niños”.

Admite también que “ninguna mejora se ha hecho en el Estado desde su fundación, pese a lo mucho que se ha hablado de proyectos tales como caminos, calzadas, canales, puentes, etcétera”.

El gobernador se queja asimismo de la pésima administración de justicia, “que es el primer resorte de la felicidad del pueblo (y que) es justamente lo que se haya en peor estado”.

Sobre el comercio de frutos dice que “es miserable, pues los frutos preciosos que podrían sufrir el recargo de fletes y destinarse a la exportación, apenas bastan para el surtido del Estado, como el azúcar, el añil y un poco de grana”.

Finalmente, en la educación, más de 40 por ciento de los pueblos no tienen escuela en los cantones, respecto de los que la disfrutan “y en un pie muy poco ventajoso”, concluye el gobernador José Antonio Romero.

No podía ser otra la visión de un gobernante ante tanta desgracia.

Artículo relacionado: Las grandes tragedias de Guadalajara.

http://javiermedinaloera.com/reportajesyentrevistas/?p=42

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El Malacate, antes de la carretera

Este reportaje, que habla de la buena vecindad entre Jalisco y Zacatecas, lo escribí en 1982, cuatro años antes de que entrara en servicio la carretera Guadalajara-Colotlán-Zacatecas, a la que por cierto se oponían entonces los comerciantes de la capital zacatecana por temor a que Guadalajara acaparara el comercio del Norte de Jalisco que tradicionalmente les perteneció. 

Fue necesario que coincidieran en el tiempo dos gobernadores progresistas como lo fueron Enrique Álvarez del Castillo, en Jalisco, y José Guadalupe Cervantes Corona, en Zacatecas, para que el viejo sueño de la carretera Guadalajara-Colotlán-Zacatecas se hiciera realidad. Cervantes Corona convenció sobre el proyecto a los comerciantes zacatecanos diciéndoles que «nunca una carretera perjudicó a nadie, porque siempre es de ida y vuelta».

Después de 33 años, hace unos días (marzo de 2015) volví a El Malacate, ya con menos población que en 1982, aunque con mejores servicios. Ahí me dieron la mala noticia de que los dos principales protagonistas de mi reportaje escrito en 82, los comerciantes Pablo Larios y Santos Castañeda, habían fallecido, de suerte que este trabajo ya no es más que historia pura, pero con un profundo mensaje de fe y esperanza para jaliscienses y zacatecanos y para todos los mexicanos.

Javier Medina Loera.

camino

El Malacate, entre Jalisco y Zacatecas.

El Malacate es una de esas raras aldeas de México, cuyos habitantes, a pesar de estar divididos por la línea fronteriza de dos estados, conviven fraternalmente, sortean las dificultades derivadas de la diferencia política territorial y conservan el orgullo de haber nacido o de vivir en uno u otro Estado, en uno u otro lado de la frontera, aunque ello represente solamente unos cuantos metros de distancia.

El alegre ranchito, de escasos 100 habitantes, está situado sobre la línea divisoria de los estados de Jalisco y Zacatecas, entre los municipios de San Cristóbal de la Barranca y Mezquital del Oro, justamente en el kilómetro 50 de la brecha que en tiempos del Virreinato y mucho después fue el camino real por donde transitaban millares de arrieros entre Guadalajara y los Cañones de Tlaltenango y Bolaños, sobre la ruta Guadalajara-Colotlán.

Las peligrosas curvas de El Malacate

La Cuesta del Malacate
Tiene curvas peligrosas,
Les encargo a los choferes
Que cuiden muy bien las cosas.

El corrido que Cornelio Castro le compuso a su tierra y que en las doradas tardes de tiempos de cosecha los campesinos cantan con tanto sabor, habla precisamente del origen del nombre de la aldea, que recuerda un instrumento giratorio, por estar situada al pie de una escarpada cuesta, de curvas muy peligrosas, por donde los sufridos choferes de camiones de línea suben a vuelta de rueda hacia El Teúl y otros pueblos del Sur de Zacatecas y Norte de Jalisco.

 Un angosto callejón divide a los dos estados

En donde parece ser el centro del pueblito hay un callejón que constituye la línea fronteriza de Jalisco y Zacatecas. En sentido Sur a Norte, a la derecha, está Zacatecas con cinco casas, y a la izquierda Jalisco con siete casas. Aunque en total son sólo 12 viviendas, el movimiento de gente parece ser el de un pueblo mayor, pues hay una escuela rural a donde acuden niños de ranchos cercanos y además por ser el paso obligado de la gente que viaja por la región, lo que le da a este lugar una importancia comercial muy singular.

La escuela de El Malacate (Fotografía de Jaime Bañuelos).

La escuela (Fotografía de Jaime Bañuelos).

Dos tiendas de abarrote, frente a frente

El rancho del Malacate

Es un rancho de primera,

Tiene dos abarroteras

Que venden la mercancía

 A bordo de carretera.

Frente a frente, divididas sólo por el callejón ya mencionado, de no más de cuatro metros de ancho, funcionan dos tiendas de abarrote: la de la derecha, ubicada en Zacatecas, es atendida por su propietario, un hombre de tez morena y un poco excedido en peso, que es don Santos Castañeda, y en la de la izquierda, del lado de Jalisco, despacha su propietario, un hombre blanco y un poco excedido en ayuno, por lo delgado que está, que es don Pablo Larios; ambos comerciantes, nacidos y criados en El Malacate, y a cual más de orgullosos de pertenecer y atender, el primero a Zacatecas y el segundo a Jalisco.

Por las tardes, al salir de la escuela, los niños se arremolinan frente a las dos tienditas para comprar alguna golosina, mientras que los ancianos del rancho sacan sillas al callejón, se sientan con toda parsimonia y se ponen a torcer y luego a disfrutar un buen cigarro de hoja de maíz.

Ya sea que se viaje a caballo, camión de pasajeros o automóvil particular, llegando a El Malacate, es difícil resistir la tentación de apearse para reposar un poco y tomarse un refresco antes de continuar la jornada por aquella empinada cuesta que, por retorcida, hace verdadero honor a su nombre.

Competencia comercial hasta en el corrido

Foto satelital malacate

La empinada cuesta de El Malacate (foto satelital).

La primera vez que pasé por ahí me enteré del celo existente entre los dos comerciantes, que a propósito tienen sus tiendas a cual más de surtidas para no dejar ir un solo cliente. Dudé un poco entre visitar primero  la tienda de Zacatecas o la de Jalisco, para no herir susceptibilidades, y sin pensarlo más entré a la de Jalisco.

La tienda de Pablo Larios
Es una tienda bonita;
Toda la gente dice
Que parece una botica.

Los versos que anteceden descubrieron el profundo celo y la competencia entre ambos comerciantes, pues cuentan que tan pronto don Santos Castañeda, el de Zacatecas, se enteró que en el Corrido del Malacate sólo se referían, con tan buena propaganda, a la tienda de su competidor Pablo Larios, buscó afanosamente al compositor Cornelio Castro para preguntarle si no habría modo de que le agregara otro versito al corrido, que hablara también de su establecimiento.

Entrevista con don Santos Castañeda, de Zacatecas

Una competencia comercial como la establecida entre don Santos Castañeda y don Pablo Larios es muy diferente a la que están acostumbrados los comerciantes de otros lugares de la República. Baste señalar que aunque sólo hay cuatro metros de distancia entre los negocios de ambos personajes, el de Jalisco paga 900 pesos bimestrales de impuestos, y el de Zacatecas sólo 440, o sea, menos de la mitad, de donde resulta que don Santos Castañeda podría estar en condiciones de vender más barata la mercancía, pero vea usted lo que dice:

“Nadie puede dar más barato. Compramos caro todos… No… No metemos competencia. Si se me acaba una caja de refresco, ellos, los de Jalisco, me la prestan, y así yo también”.

— ¿Entonces son buenos vecinos?

— “Para mí ellos son buenos vecinos. Yo para ellos no sé”.

— ¿Usted es de Zacatecas, don Santos?

“Pura tierra santa, señor, tierra maciza, puro tepetate”.

— Y ya les van a echar la carretera, ¿verdad?

— ¿Cuál carretera?

— Pues la carretera Guadalajara-Colotlán, que va a pasar aquí por El Malacate.

“Uuh –dice don Santos—esa platiquita la he óido desde más de 20 años. Vienen los ingenieros, miden y vuelven a medir, pero no…

— ¿Entonces usted cree que no la echan?

“Pos mire, las promesas, debo decirlo, las oyemos a cada rato. A no ser que ‘ora que están estos señores de gobernadores, a lo mejor…”

Lo que dijo don Pablo Larios, de Jalisco

El Malacate. Fotografía de Ricardo Contreras Sustaita-

El Malacate, hoy.

El vecino de la izquierda, don Pablo Larios, el de Jalisco, no es menos guasón que don Santos. Los dos son gente cosmopolita, de frontera, acostumbrados a tratar con todo tipo de personas, y por lo mismo, ladinos:

— ¿Cómo anda la vida por acá en Jalisco, don Pablo?

— ¡Cara!

— ¿Igual que en Zacatecas?

— No, más cara todavía. Con lo que usted come en San Cristóbal de la Barranca (Jalisco) come dos veces en García de la Cadena (Zacatecas).

— ¿Y los impuestos?

— Cada quien siente el cabronazo de a como le llega, mi señor”.

— ¿Quién vende más, usted o su vecino de enfrente?

— Yo también trabajé allá…

— ¿Y qué tal las ventas por allá?

Mal, pos al fin Zacatecas…

— ¿Quién da más barato, usted o don Santos?

— Pos nomás cálele. Tómese una cerveza aquí y otra allá.

— ¿Es usted de Jalisco, don Pablo?

— “Yo soy de todo México, señor”.

Ésta fue la respuesta, característica de un aldeano que ha hecho su vida en la línea divisoria de dos Estados de la República Mexicana, donde curiosamente no se borra, sino que por lo contrario se remarca la identidad estatal, pero por encima de ello, la conciencia nacional.

javiermedinaloera.com

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Colotlán, eje de la vida regional.

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Colotlán, eje de la vida regional

 Escudo de Colotlán, bordado. De Colotlán la Historia en mil lugares en Facebook.
Escudo de Colotlán bordado a mano.

Por su importancia económica, social, cultural y política destaca en el Norte de Jalisco la ciudad de Colotlán, que salvo las épocas de mayor florecimiento de los minerales de Bolaños, fue y ha sido desde tiempos de la conquista española el eje sobre el cual gira la vida de la región comprendida hoy por diez municipios.

Colotlán proviene del náhuatl colotl (alacrán) y tlan (lugar), lugar de alacranes, y ¡vaya que había cantidad de arácnidos ponzoñosos en la región! Actualmente, aunque sigue habiendo alacraneras en los techos y muros de viviendas abandonadas, lo cierto es que éstas quedaron diezmadas desde los años 50 por los “rociadores” de la Campaña  Contra el Paludismo.

Ubicado a 200 kilómetros al norte de Guadalajara, Colotlán es cabecera del municipio del mismo nombre, que linda al norte con Santa María de los Ángeles, Jalisco; al oriente con Villanueva y El Plateado, del Estado de Zacatecas; al sur con Momax, también de Zacatecas, y Totatiche, de Jalisco, y al poniente con Monte Escobedo, Zacatecas.

Un Colotlán prehispánico de indios tepecanos

La conquista. De Colotlán la Historia en mil lugares.

El padre Nicolás Valdés, originario de Villa Guerrero y acucioso investigador de las cosas del Norte de Jalisco, dejó escrito que hubo un Colotlán prehispánico de indios tepecanos descendientes de los tepehuanes, todos “chichimecas”, es decir, de vida nómada y cultura ínfima. De su existencia da cuenta el Lienzo de Tlaxcala, mas no de su ubicación precisa, que probablemente estuvo en el elevado cerro situado a varios kilómetros al noroeste del actual Colotlán.

Se presume que el primer conquistador español que anduvo por estos rumbos fue Pedro Almíndez Chirinos, enviado por Nuño de Guzmán para buscar ciudades fantásticas, amazonas y metales preciosos, que desde luego no encontró porque sólo buscó a flor de tierra, no sabiendo que sí había muchos tesoros, pero debajo de las montañas, como después lo comprobaron otros españoles igual de ambiciosos, pero más pacientes: los mineros.

La fundación española de Colotlán en 1591

Colotlán hace tiempo. De la p. Catastro Colotlán en F

Preocupados los primeros gobiernos de la Colonia por los frecuentes levantamientos de los guerreros tepecanos, se resolvió por los años 1590 la fundación del pueblo de Colotlán, como una frontera militar contra los “bárbaros” del norte y para domesticar a los indios. Con este objeto se llevaron a Colotlán varios cientos de indígenas tlaxcaltecas, y además se fundó el convento de franciscanos, con lo cual dio comienzo la pacificación de la región, consumada hasta el siglo 18.

De acuerdo con un antiguo documento atribuido al colotlense José Antonio García, fue el 21 de agosto del año 1591 cuando el capitán Miguel Caldera, alcalde mayor de la Villa de Jerez y Valle de Tlaltenango, en unión del escribano público Miguel Acuña, dio las tierras para su fundación a nombre del rey de España Felipe II, a don Lucas Téllez y a don Diego Ramírez, e intimó la posesión del padre guardián fray Ignacio Cárdenas, dándole el nombre a la villa de Nueva Tlaxcala de Quiahuistlán, a la que después se llamó San Luis Colotlán.

El gobierno de la Zona Norte durante la Colonia

Parroquia San Luis Obispo. De P. Colotlán Jalisco (oficial) en F

Parroquia de San Luis Obispo.

Esta ciudad y su región, que comprende los actuales municipios de Colotlán, Santa María de los Ángeles, Huejúcar, Mezquitic, Huejuquilla El Alto, Bolaños, Chimaltitán, San Martín de Bolaños, Totatiche y Villa Guerrero, tuvo un régimen aparte dentro de la Nueva Galicia colonial. Era un gobierno militar dependiente del virrey, cuyo representante inmediato, ordinariamente un general, radicaba en la ciudad de Zacatecas: éste estaba representado a su vez en Colotlán por un capitán protector de la frontera y de los indios sumisos, en más de una veintena de comunidades, a los que administraba y hacía justicia.

Los capitanes protectores se sucedieron hasta fines del siglo 18, siendo el último don Antonio de Vivanco, rico minero de Bolaños, que obtuvo el título de marqués. Siguieron gobernadores hasta el fin del gobierno colonial.

Las guerras de Independencia y de Reforma

El uno de noviembre de 1810, don Marcos Escobedo, un hombre muy apreciado y respetado en el pueblo, y el señor cura Pablo Calvillo, quien tenía una gran influencia entre los indígenas, se pronunciaron por la independencia de México y se pusieron a las órdenes del señor cura Miguel Hidalgo y Costilla, organizando sus fuerzas y equipándolas con lanzas, machetes, ondas y flechas.

En enero de 1811 don Marcos Escobedo y el cura Calvillo recibieron instrucciones del señor Hidalgo, de marchar a Guadalajara con las demás fuerzas que salían del puente de Calderón a fin de resistir al general realista Félix María Calleja. Participaron en esta histórica batalla cinco mil indios flecheros de las fronteras de Colotlán.

A mediados del siglo antepasado Colotlán fue también una de las principales poblaciones desde donde se combatió en la línea liberal al “Tigre de Alica”, Manuel Lozada, quien con la promesa de devolverles sus tierras a los indios despojados de ellas, se levantó en armas en apoyo de los conservadores.

Comunicaciones, principal demanda de los norteños

Carretera a Colotlán. De P. Tlaltenango Zacatecas en F

Carretera a Colotlán.

Ya desde entonces se planteaba con urgencia la necesidad de una carretera entre Guadalajara y Colotlán, aprovechando el viejo camino de herradura que existía desde tiempos de la Colonia por el Cañón de Tlaltenango. Durante la segunda mitad del siglo 19 y la mayor parte del 20, la demanda fundamental de los jaliscienses norteños fue la integración de sus comunicaciones. El viejo anhelo de tener una carretera troncal con Guadalajara se hizo finalmente realidad hasta 1986.

Muchos se han preguntado sobre las causas por las que se abandonó durante tantas décadas al norte del Estado. Si bien es cierto que Colotlán fue cuna del general Victoriano Huerta, acusado de mandar matar a Madero y Pino Suárez, cosa que aún está por probarse, también es cierto que a lo largo de la historia esta región ha dado indiscutibles héroes a la patria.

La talabartería, orgullo colotlense

Silla de montar. De Colotlán la Historia en mil lugares en Facebook.

Silla de montar bordada a mano (de las económicas).

La agricultura y la ganadería siguen siendo base de la economía de este municipio en sus 514 kilómetros cuadrados, y aunque esta actividad ha decaído debido al abandono del campo, en cambio han florecido el comercio y las artesanías, especialmente la talabartería.
En este último renglón, Colotlán es reconocido a nivel nacional e internacional por sus famosos cintos pitiados, que habilísimos artesanos elaboran con cuero, así como por sus finas sillas de montar y otros artículos que demandan los charros.

Desde hace más de 100 años funcionan en ese lugar talleres de talabartería. Actualmente hay no menos de 100 establecimientos que producen sillas de montar, cinturones, chaparreros, bolsas de mano para dama sencillas y bordadas (pitiadas), así como botas, maletas y muchos otros objetos que la gente borda incluso en sus casas.

Entre los talabarteros hay quienes desean conservar el prestigio que con su trabajo han ganado, porque de aquí han salido sillas de montar para el rey Juan Carlos de Borbón, Ronald Reagan, Tony Aguilar, Vicente Fernández y otros muchos personajes.

Pero además hay alfareros que siguiendo una antigua tradición prehispánica, fabrican loza vidriada de uso común, y también se pueden adquirir aquí muchas de las artesanías que elaboran los indígenas de la Sierra Huichola, como son los vistosos trajes huicholes, morrales, sombreros y trabajos de estambre y chaquira.

Las fiestas tradicionales son el 10 de agosto, día de San Lorenzo Mártir; 19 de agosto, día de San Luis Obispo, y 10 de septiembre, día de San Nicolás.
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Los nombres de nuestros pueblos

 Mapa Zona Norte. De p. Cesar Cosío en F.Mapa del Norte de Jalisco y sus colindancias.

¿Sabemos lo que significan los nombres de nuestros pueblos? A toda hora los mencionamos, pero raras veces sabemos lo que quieren decir, a pesar de representar el lugar donde nacimos, vivimos y probablemente moriremos.

Cuando hace cerca de 500 años llegaron los españoles a conquistar el territorio de lo que ellos llamaron Nueva Galicia, que comprendía, entre otras regiones, el actual Norte de Jalisco, Sur de Zacatecas y este de Nayarit, todos los centros de población, lugares geográficos, montañas, arroyos y ríos tenían obviamente nombres indígenas.

Poco a poco, a medida que avanzó la conquista, las autoridades civiles y religiosas empezaron a rebautizar muchos de esos lugares, sobre todo con nombres de santos, pero la fuerza de la tradición y la costumbre logró imponerse en gran número de casos, conservándose hasta la fecha los nombres originales de una larga lista de comunidades y sitios geográficos.

Cabe destacar que estos nombres prehispánicos dicen mucho más sobre la naturaleza de cada lugar que los impuestos por los españoles, ya que nuestros antepasados indígenas tenían la muy atinada costumbre de nombrar a cada cosa de acuerdo con sus características o circunstancias y no por caprichos o intereses ajenos a las mismas.

Lo que significan nuestros pueblos

Colotlán desde lo alto. De la p. Catastro Colotlán en F

Vista de Colotlán.

De esta manera, hurgando en viejos papeles encontré una lista de 50 poblaciones del Norte de Jalisco, Sur de Zacatecas y este de Nayarit, con su correspondiente significado náhuatl. Esta lista fue elaborada probablemente por el padre Nicolás Valdés Huerta, destacado historiador de esta región, originario del actual Villa Guerrero.

Transcribo a continuación estos nombres y su significado:

ACASPOL, cajete de agua.

ACASPULCO, en el estanque del agua.

ACATEPULCO, en la orilla grande de las cañas.

ATOLINGA, lugar de jucias o espadañas.

ATONILCO (cerca de Florencia, Zac.), en el agua desbordada.

ASQUELTÁN, lugar de hormiguitas o asqueles.

CAMOTLÁN, lugar de camotes.

CICACALCO, casa de las hormigas grandes y ponzoñosas.

COCUASCO, donde anidan las tórtolas.

COCULITÉN, (entre Momax y Colotlán), lugar de tamales.

COLOTLÁN, lugar de alacranes (¡Y vaya que abundan!).

CUISCO, (cerca de Totatiche), en los milanos.

CHIMALTITÁN, entre los escudos o lugar escudado.

GUASAMOTA, donde se haya cierto garbanzo.

HUAJIMIC, árbol de guaje seco.

HUILACATITÁN, junto al palomar.

HUEJÚCAR, donde hay sauces.

HUEJUQUILLA, lugarcito de sauces.

Panorámica de Huejuquilla. P. Face, Huejuquilla El Alto

Panorámica de Huejuquilla.

JALPA, en la arena.

JUANACATIC, en el interior del cebollar.

JUANTÓN (entre Totatiche y Tlaltenango), la pequeña palma.

JUCHIPILA, lugar de florecillas.

JALOCO (arroyo de Tlaltenango), agua del pino real.

MAMATLA, la pequeña red de pesca.

MEZQUITIC, entre los mezquites o mezquitera.

MOMAX, donde se pesca con la mano.

NÓSTIC, entre los nopales.

PATAHUA (cerca de Villa Guerrero), lugar ancho o extenso.

PETACAL (cerro junto a Totatiche), cofre o cesto de mimbre.

El Petacal de Totatiche. De P. Jose Jesus Arellano Valdez en F

El Petacal, de Totatiche.

PIZOTITLA (cerca de Chimaltitán), lugar donde hay muchos puercos.

POCHOTITLÁN, junto a las ceibas o lugar de ellas.

POPOTITA, donde hay mucho popote o escobas.

TALESTEIPA (cerca de Tepechitlán), en la tierra del estafiate.

TEMASTIÁN, maestro de doctrina.

TENASCO, lugar del dolor o de los ayes.

TENSOMPA (municipio de Huejuquilla), lugar de breñales.

TEPACHUCA (cerca de El Téul, Zac.), lugar de gobernar y apedrear.

TEPECHITLÁN, junto al Cerro de la Espera.

TEPEC o TEPEQUE, junto al cerro o montaña.

TEPETONGO, en el cerro pequeño o cerrillo.

TEPIZUAC, los que tienen cosas duras.

TEUL, Dios.

TLALCOSAHUA, donde amarillea la tierra.

TLALTENANGO, en la muralla o albarrada de tierra.

TOCATIC, en el interior de las arañas.

TULIMIC (cerca de Momax), donde se acabó el tule o tule seco.

TOTATICHE, en la casa de nuestros padres.

TOTOATE, en el agua de los pájaros.

TOTOLCO, lugar de gallinas.

TOTOTLÁN, lugar de pájaros, zalates.

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En Temastián hay gobierno: El Señor de los Rayos

Arco de Temastián, a la entrada del pueblo. De P. Temastián Pueblo Jalisco Mex en F

Arco de bienvenida al pueblo de Temastián, Jal.

Transcribo el artículo publicado el 21 de noviembre de 2004 en “El Informador”, de Guadalajara, Jal., por la maestra Judith Rimoldi, al que solamente agrego un resumen de las obras realizadas hasta la fecha por el párroco de Temastián, Alejandro Valdez Loera.

Javier Medina Loera.

Autoridad es tener el poder de mandar y de hacerse obedecer, es imponer su potestad, es el gobierno que impone su poder de forma absoluta.

Temastián tiene autoridad reverenciada, temida y admirada. La máxima autoridad desde el siglo 16 es el Señor de los Rayos, respetado por su bondad, pero temido y reverenciado por su poder.

Él tiene el mando del territorio y de la colectividad; a golpe de vista se aprecia, hoy más que antes, la fuerte presencia del Señor; el pueblo gira en torno a su Santuario, también la actividad económica.

Temastián y los pueblos del Norte

Temastián tiene semejanza con los demás pueblos del Norte de Jalisco y Sur de Zacateas. La mayor parte de las familias se encuentra en los Estados Unidos, y esto también se nota en la ausencia de población y en la belleza de las señoriales y sólidas construcciones de cantera rosa, tan sólidas como la fe y el amor de un pueblo a su autoridad, su identidad y raíces.

Nuestros gobiernos, con los reglamentos emitidos, nos han acostumbrado a que, al arribar a una población, el recibimiento es con espectaculares de comercios, bebidas, comida, industria y demás.

En el pueblo del Señor de los Rayos también hay un espectacular al ingreso, es un orgulloso arco de cantera construida en su mayoría con recursos de los hijos ausentes; ningún pueblo de la región y pocos de México se engalanan hasta la fecha con este tipo de entradas.

Temastián se presenta bien plantado, como anticipando lo que dentro guarda. Así recibe a los visitantes, con la presunción de los dueños de su espacio, porque los de Temastián son dueños de su pueblo, sus costumbres y entorno.

En el pueblo del Señor de los Rayos la sociedad es una familia; el individualismo se hace a un lado cuando se trata de recibir al visitante.

Temastián, un lugar con armonía

Atardecer en Temastián. De Humberto Aguilera en Facebook.

Panorámica del pueblo (Fotografía de Humberto Aguilera).

Temastián ofrece a los peregrinos y visitantes un lugar con armonía. Afables recuerdos para los hijos ausentes es recordar y volver a vivir los espacios, es darse vuelta en la esquina de una calle para recordar:

“Me gustaba hacer los mandados a mi mamá, y de regreso de la tienda de don Bernardino, invariablemente subía a esta banqueta, que entonces tenía piso con mosaico de colores; yo daba vuelta a la esquina porque quería ser como alguna ¨curra¨ a quien seguro había visto cuando era muy pequeña, una señora con sombrero, falda de vuelo y tacones”:

Estela vuelve a subir la banqueta y se recrea dando vuelta de nuevo por la esquina.

El peregrino siempre aprecia la casa del Señor de los Rayos. Ahora, además de estima y admiración, surge airoso un nuevo esquema: Temastián es un ejemplo a seguir. Aquí no hay basura por las calles,tampoco anuncios de comercios que demeriten la imagen visual, los bebedores de vino no dejan huella, tampoco quienes suministran el significativo líquido.

Dice la gente grande del lugar que el padre Julián Hernández, sacerdote formador y constructor del pueblo, no permitía la venta de bebidas para quienes gustaban embriagarse. Después de él, son varios los sacerdotes continuadores de la obra.

El administrador del Señor de los Rayos

Judith y P. Valdés

La maestra Rimoldi y el padre Valdez , en Temastián.

Para Temastián, su máxima autoridad es el Señor de los Rayos, y desde luego tiene un representante, un administrador, quien ahora está al frente,  nativo del lugar, el señor cura don Alejandro Valdez Loera; él es el guía que sabe cómo, cuándo, y qué obras emprender porque conoce la vocación de los temastianenses, costumbres y tradiciones.

El padre Valdez no se cansa de dar ejemplo. Así lo califica Estela, cuando éste se arrodilla, devoto con las manos en cruz, para el rezo de la letanía. Los demás permanecen en pie:

“Hoy tenemos una familia que sufre por la muerte de su padre, su hermano, tío, abuelo. Como hermanos que somos, si no estamos firmes en la fe, estos eventos nos desilusionan”, dice.

Un cura que visita a los enfermos en bicicleta

 Tiene Temastián unos mil 500 habitantes, y el padre atiende a 75 enfermos. De éstos, cinco son de Acaspulco. Los de Temastián ya se acostumbraron a ver al señor cura montado en su bicicleta para visitar a los enfermos, con la valenciana del pantalón metida en los calcetines para no sufrir un accidente con la cadena del vehículo.

En Temastián todos conocen al señor cura; él emprende ahora maravillosa construcción en torno al Santuario, una arquería que respalda del busto de San Cristóbal Magallanes, es una arcada que pareciera estar bordada en filigrana. El atrio luce limpio, fresco, elegante en su sobriedad, con la mirada vigilante de su constructor, don Julián Hernández Cueva; los visitantes bien pueden sentarse en la “antesala de la casa”; cómodas bancas de hierro forjado invitan a tomar descanso y adentrarse en la meditación de este gran pueblo con autoridad, gobernado por el Señor de los Rayos y bien llevado por un excelente administrador: el padre Alejandro Valdez Loera.

Obras materiales del Señor de los Rayos

Por Javier Medina Loera

El mercado de Temastián.

El mercado de Temastián.

Pocos pueblos pueden darse el lujo de contar con una amplia lista de obras materiales dirigidas y financiadas por la Iglesia como es el caso de Temastián, en el Norte de Jalisco.

En su último informe, de 2014, el padre Valdez habla de un atrio ampliado con 5,500 metros cuadrados, así como un edificio de dos pisos que contiene en su planta baja una Colecturía de 15 metros de largo y 10 de ancho; Notaría Parroquial, Salón de Juntas y bodega. En la planta alta, 14 cuartos para reuniones sacerdotales.

Igualmente, un curato nuevo de dos pisos y corredores con arquería, 18 cuartos de servicio, comedor cural, cocina funcional y recibidor.
El colegio que fue de niños y de niñas, derribado para construir en su lugar un Centro de Servicios Múltiples, tiene hoy, en la planta baja, 32 locales comerciales, y en la alta otros 32 locales, 15 para catecismo y los demás para posible Curia.

Lo que fue Casa de Ejercicios Espirituales, fundada en los años 50 por el padre Hernández Cueva, se remodeló para construir un asilo de doble piso con 60 habitaciones, corredores y jardín.

También se lijó por dentro y por fuera todo el Santuario del Señor de los Rayos, construido con cantera blanca, que luce hoy “como blanca paloma mensajera”, dice el padre Valdez.

El santuario.  Fotografía de Humberto Aguilera.

El Santuario (Fotografía de Humberto Aguilera).

La inversión realizada, sólo en los últimos años, asciende a más de 36 millones de pesos, procedentes principalmente de donativos aportados por los devotos del Señor de los Rayos.

Tal inversión supera con mucho lo gastado en el pueblo por los tres niveles de gobierno, federal, estatal y municipal.

javiermedinaloera.com

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El Asilo de la Pobreza

Fue en el año 2003 cuando la maestra Judith Rimoldi, siendo directora del Archivo Municipal, me pidió, igual que a otros periodistas y escritores de esta ciudad, que escribiera algo especial para los niños de Guadalajara, con el fin de editar el libro “Mis Primeras Lecturas Tapatías”, publicado por el Ayuntamiento en ese mismo año. Este libro, tiene entre otros, el mérito de reunir por vez primera opiniones de personas de las más diversas corrientes políticas, económicas y sociales de la ciudad, sobre temas tapatíos, con dedicatoria especial para los niños.

Transcribo a continuación el texto de mi artículo sobre el Hospicio Cabañas, fundado por el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas en el tiempo en que el Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla, iniciaba la Guerra de Independencia nacional.

Javier Medina Loera.

Hospicio Cabañas. De Coplaur Guadalajara en F

El Hospicio Cabañas.

En Guadalajara y en todo el mundo hay niños pobres. ¿Por qué hay niños pobres?, porque sus padres no tienen dinero para alimentarlos, asistirlos y educarlos, o peor todavía, porque cuando estos niños son muy pequeños, muere su papá, su mamá o los dos, y entonces quedan huérfanos y sin familiares que los ayuden.

Lo bueno es que siempre ha habido personas muy generosas, con gran amor por la Humanidad, que se conduelen de estas criaturas desamparadas y tratan de apoyarlos lo más que pueden, sin siquiera conocerlos y sin pedir nada a cambio.

Una de estas personas, que los tapatíos recuerdan con cariño, fue el señor obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas, quien fundó aquí la Casa de la Caridad y Misericordia en 1810, mismo año en que el Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla, empezó la Guerra de Independencia. Tiempo después la Casa de Caridad se llamó Hospicio Cabañas, en honor a su fundador.

Hermoso edificio, Patrimonio de la Humanidad

Cúpula del Hospicio. P. Descubre Guadalajara en F

La cúpula del Cabañas.

Bien, pues en este Hospicio Cabañas, que todavía se alza maravilloso, en manzana completa y de cantera labrada, en pleno barrio de San Juan de Dios, y que es Patrimonio de la Humanidad, encontraron abrigo y protección los niños pobres de Guadalajara.

En sus inicios, el Hospicio Cabañas abría sus puertas a niños huérfanos a imposibilitados, pero también a viudas necesitadas y a familias pobres, que al pasar por Guadalajara en viaje a otras ciudades del país, no tenían lugar para hospedarse.

Actualmente, este edificio, que guarda famosas pinturas de José Clemente Orozco, está dedicado a la promoción de la cultura, pero los niños pobres, o por lo menos algunos cientos de ellos, siguen recibiendo ayuda en el Instituto Cabañas que se encuentra por la Avenida Mariano Otero, de esta misma ciudad.

En 1982, cuando se construyó la Plaza Tapatía, los niños del Hospicio abandonaron su antigua casa y se mudaron a la Avenida Mariano Otero No. 2145, en la Colonia Residencial Victoria, donde se recibe a menores de ambos sexos, desde recién nacidos hasta de la edad de 12 años, los varones, y hasta 18 o 20 años, las mujeres, porque ellas tienen más peligros.

Cuando los niños varones llegan al límite de edad permitida en el Instituto, pasan a la Ciudad de los Niños del Padre Cuéllar, para continuar sus estudios, mientras que las niñas permanecen ahí hasta que se sienten seguras para enfrentarse a la vida con todos sus riesgos.

Tanto del Hospicio como del ahora Instituto salieron y han salido miles de mujeres y hombres responsables, útiles a la sociedad, valiosos profesionistas, padres y madres de familia que luchan por dar a sus hijos lo que ellos no pudieron recibir de sus propios padres.

Cada niño tiene su historia personal, muchas de ellas dolorosas, difíciles, tristes, experiencias que les cuesta mucho contar y afrontar. Lo que más necesitan es amor, saberse queridos y aceptados como lo es adquirir seguridad y esperanza en un futuro mejor.

El Asilo de la Pobreza, un verdadero palacio

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El Hombre de Fuego, mural de Orozco en el Cabañas.

Asilo es un lugar que sirve de refugio. El obispo Ruiz de Cabañas llamó a su Casa de Caridad, es decir, al Hospicio Cabañas, “El Asilo de la Pobreza”, aunque realmente es un verdadero palacio, hermoso, digno y seguro, dedicado entonces a los niños más pobres de la ciudad.

Pero miren lo que son las cosas: durante la Guerra de Independencia, aún no estaba terminado este edificio, cuando fue ocupado por los diferentes ejércitos en conflicto, insurgentes y realistas, que metieron ahí a sus soldados en vez de ayudar a los niños pobres.

También en los años 30 del siglo XIX, algunos políticos anticlericales, es decir, los que no querían a la Iglesia Católica, lograron convencer a los diputados para que los niños fueran desalojados de su casa, a fin de fabricar armas y equipo militar, pero luego volvieron ahí gracias a la intervención de uno de los buenos gobernadores que ha tenido el Estado, el doctor Pedro Tamez.

De este señor Tamez, médico de profesión, se dice que cuando Guadalajara fue azotada en su tiempo (1833) por el “Cólera Grande”, una grave enfermedad que mató a miles de tapatíos, chicos y grandes, el gobernador salía a la calle a visitar casa por casa a los enfermos, para curarlos gratis.

Otro buen gobernante, que más tarde ayudó también al Hospicio, fue don Ignacio Luis Vallarta, quien no obstante haber sido uno de los grandes liberales de Jalisco, es decir, contrario a los conservadores apoyados por la Iglesia, cuidó el Hospicio a través de la monja Ignacia de Oses.

Sin embargo, al llegar a la Presidencia de la República don Sebastián Lerdo de Tejada, quien también era liberal, pero enemigo del gobernador Vallarta, expulsó del país a las Hermanas de la Caridad que atendían el Hospicio, ante el dolor de los tapatíos y el llanto de los 200 niños que ahí estaban.

Interesantes anécdotas sobre el Hospicio

Plaza Tapatía. De Plaza Tapatía en F

La Plaza Tapatía, frente al Cabañas.

Sobre el Hospicio se cuentan muchas historias. Una de ellas es acerca del Presidente Porfirio Díaz, famoso dictador mexicano de fines del siglo XIX y principios del XX, cuando entró triunfante a Guadalajara en 1871. Se dice que al llegar ahí le presentaron a una niña, que era hija del general Donato Guerra, y que al contestarle el discurso de bienvenida, Díaz se puso tan nervioso –sabido es que se le dificultaba hablar en público–, que se le salieron algunas lágrimas.

Cien años después, a fines de los 70 del siglo XX, encontramos en el Hospicio a la señorita Altatracia Flores Crespo, que en su papel de subdirectora tuvo mucho que ver en la atención a los niños. Ella recuerda que se presentaban casos de niños robados y llevados ahí.

“En cierta ocasión presentaron a un niño que habían dejado sus padres en el carro, con el vidrio un poco abierto, seguramente para que le entrara aire, y ellos se fueron a hacer sus compras al Mercado de San Juan de Dios, pero cuando regresaron ya no estaba el niño. Alguien, para hacer la maldad, se lo había llevado rumbo a Balcones de Oblatos, a la orilla oriente de la ciudad, donde había una casa con la ventana abierta, y junto a la ventana una cama, y pusieron al niño sobre la cama.

“¡Cual no sería la sorpresa de aquella familia al encontrar un bebé extraño en su casa! De inmediato lo llevaron al Cabañas, donde los padres ya lo habían reportado, y así pudieron recuperarlo”.

Entre los personajes más notables que han visitado el Hospicio figura el genial caricaturista Walt Disney, quien en octubre de 1964 llegó una tarde al asilo, cuando todavía alojaba a los niños más pobres de la ciudad, quienes con desbordado entusiasmo salieron a recibirlo al grito de ¡Walt!, ¡Walt”.

¿Qué nos enseña esta lectura? Que es una antigua tradición de los tapatíos querer, apoyar y respetar a los niños desamparados, y que esta buena costumbre debe mantenerse para bien de los niños de Guadalajara, de México y del mundo.

Mis Primeras Lecturas Tapatías. Judith Rimoldi, compiladora. Ayuntamiento de Guadalajara. 2003.

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La Virgen de Zapopan, viajera internacional

Virgen de Zapopan. Wikipedia

Nuestra Señora de Zapopan.

Ni las inclemencias del tiempo son obstáculo para que año tras año, el 12 de octubre, centenares de miles de tapatíos acompañen a la Virgen de Zapopan a su basílica -dentro de la zona conurbada de Guadalajara-, luego del recorrido que realiza por 170 comunidades parroquiales de la ciudad.

Se trata de una tradición que data desde 1734, cuando a raíz de las tempestades que se abatieron aquel año en esta capital, sus angustiados habitantes recurrieron a la protección y amparo de la sagrada imagen.

En el fondo, la popular «Llevada de la Virgen» no ha cambiado mucho a través de los años, ya que todo se circunscribe prácticamente a lo mismo: una profunda devoción de la gente que llega hasta las lágrimas; ritos, folclor, cultura y turismo religioso.

El peregrinaje de «La Generala» por el mundo

En Wilwaukee, Wisconsin, EEUU. El Informador.

En Wilwaukee, Wisconsin, EEUU (El Informador).

Sin embargo, en la medida en que el culto a esta imagen, conocida también como «La Generala», alcanza la mayor importancia local y regional sobre cualquier otra figura religiosa, su peregrinaje ya no se circunscribe a la región y a diversos estados de la República Mexicana, sino que ha venido aumentando sus viajes a diversos países de América y más recientemente a Europa.

Visita de «La Zapopana» a Zaragoza, España

Uno de los viajes de «La Zapopana» fue precisamente el realizado en octubre de 2011 a España, concretamente a la ciudad de Zaragoza, donde se venera a la Virgen del Pilar.  Tal visita se llevó a cabo dentro de un intercambio de tradiciones religiosas.

Pero ésta no fue la primera vez que «La Generala» viajó a Europa. De hecho, una réplica de su escultura original se encuentra depositada desde noviembre de 2010 en el Convento Sevillano de Santa Rosalía, también en España.

De igual manera, en 1990 fue llevada al Vaticano, donde la bendijo el Papa Juan Pablo II, antes de ser depositada en el Convento de las Bienaventuradas, en Tierra Santa.

Cabe anotar que el propio Juan Pablo II la visitó en su Basílica de Zapopan en 1979, durante su primer viaje a México.

Estatuta a Juan Pablo II en Zapopan

Estatua de Juan Pablo II con un charrito, en  Zapopan.

Recorridos por California y Texas, en EEUU

Hace casi 20 años que Nuestra Señora de Zapopan inició sus viajes al extranjero, principalmente a las ciudades de Los Ángeles, Chicago y Nueva York, en Estados Unidos, donde destaca la presencia de mexicanos, pero además ha estado en Hawai, Texas y Wilwaukee.

De igual manera, ha recibido invitaciones para misionar en  Canadá, así como en países de Centro y Sudamérica.

Fue en 1995 cuando por vez primera atendió el llamado de sus devotos en California, a quienes desde entonces visita anualmente. Entre los meses de marzo y mayo de cada año recorre más de  una veintena de parroquias de la Zona Metropolitana de Los Ángeles, donde el 16 de junio de 2006 fue aclamada como Reina de los Migrantes.

La Virgen de Zapopan, peregrina de origen

Su virtud peregrina le viene de origen, porque incluso antes de que la imagen quedara expuesta al culto público en su primitiva capilla de Zapopan, en el Siglo XVI, fray Antonio de Segovia -franciscano español que arribó a estas tierras en 1531- ya la había llevado a peregrinar con fines misionales por toda la región.

Sin embargo, las visitas documentadas de la Virgen fuera de su entonces pequeña aldea zapopana datan de 1608 en adelante.
Vale decir que la escultura original de la Virgen, misma que viajó durante los primeros siglos, ahora sólo excepcionalmente sale de su basílica, debido a su antigüedad, pero hay dos réplicas, una que recorre Guadalajara y el resto del país, y otra que viaja al extranjero.

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Basílica de la Virgen de Zapopan y Convento Franciscano.

«La Generala«, símbolo de  identidad

Por consiguiente, lo más novedoso de esta imagen mariana no es «La Llevada» a su basílica el 12 de octubre, sino su creciente importancia como símbolo de globalización, que da sentido de identidad y permanencia a los mexicanos en el extranjero y que día tras día conquista mayor número de devotos de otras nacionalidades.

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La Fiesta del Elote

Comiendo elotes

Comiendo elotes.

La tradicional Fiesta del Elote, con profundas raíces prehispánicas, ha sido retomada con entusiasmo popular durante los últimos años en Jalisco, bajo el impulso de sacerdotes católicos que ven en esta celebración el medio eficaz para afrontar los nuevos retos de la pastoral campesina, en un país donde todavía quedan dos figuras respetadas y casi intocables: la Virgen de Guadalupe y el maíz.

El maíz es sagrado, según antigua tradición

Muchas comunidades rurales mexicanas celebran desde tiempos inmemoriales la Fiesta del Elote (maíz tierno), especialmente en el mes de septiembre, cuando la planta empieza a dar mazorcas.

Entre estas comunidades figuran las indígenas huicholas, de Jalisco y Nayarit, pero también lo hacen poblaciones mayoritariamente mestizas como Tesistán, en Zapopan, y en los estados de Hidalgo y Veracruz, entre otros. Es una fiesta sagrada en la medida en que representa la reproducción de la vida misma.

En el rito católico, el fin es agradecer a Dios los frutos de la tierra

Sin embargo, en el rito católico la Misa del Elote tiene el propósito de agradecer a Dios, a través del santo patrono de cada pueblo, los frutos de la tierra. Este acto de acción de gracias viene a complementar a la Misa del Buen Temporal celebrada en junio, cuando los campesinos piden una buena siembra. Así lo afirma el capellán de Capilla del Refugio, municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco, el padre Alejandro Orozco Raygosa, quien desde hace tres décadas fomenta esta celebración.

El padre Orozco, quien además de su labor pastoral es profesor de Filosofía de la Religión en el Seminario Diocesano de Guadalajara, explica que fue en 1985 cuando al cumplirse el cincuentenario del ejido de Santa Cruz del Valle, municipio de Tlajomulco, Jalisco, inició la Fiesta del Elote, que continúa celebrándose año tras año en ese lugar, y que al ser nombrado capellán de Capilla del Refugio, la estableció también en esta comunidad, con gran beneplácito de la población. Aunque aquí hay ahora un nuevo párroco, que es el padre Rodrigo Aranda, el presbítero Orozco lo sigue apoyando en la Fiesta del Elote y en otras actividades religiosas.

Capilla del Refugio, comunidad maicera por excelencia

Desfile del elote

El desfile del maíz en Capilla del Refugio.

Capilla del Refugio es una comunidad de 3,500 habitantes localizada a 30 kilómetros al sureste de Guadalajara, en una zona eminentemente maicera, a orillas del Río Santiago, pero con tierras de temporal en su mayor parte. Hasta las primeras décadas del siglo pasado funcionó como una extensión de la Hacienda de Atequiza, fundada en 1875, propiedad del exgobernador jalisciense Manuel Cuesta Gallardo, incondicional del Presidente Porfirio Díaz.

Al llegar ahí, el padre Orozco encontró una pequeña capilla consagrada en 1871 a la Virgen del Refugio por el obispo de Guadalajara, Pedro Loza y Pardavé, por lo que se dio a la tarea de construir un nuevo templo con mucha mayor capacidad que la capilla. Sin embargo, 20 años después la nueva iglesia resulta insuficiente para dar cabida a la gente que acude a la Misa del Elote; en su mayoría permanece afuera, en el atrio o en la plaza.

El maíz, factor de unión y detonante de alegría popular

Como todas las fiestas mexicanas, la del Elote en Capilla del Refugio es muy alegre. En el día convenido por los campesinos y el párroco, por la tarde se lleva a cabo un colorido desfile de tractores, con carros alegóricos y gente de a caballo que porta cañas de maíz y que recorren las principales calles del poblado, adornadas para el efecto con motivos tricolores (verde, blanco y rojo, de la Bandera nacional).

En medio de todo esto no puede faltar la banda de tamborazo que toca alegres melodías, así como los cohetes y vivas que lanzan los espectadores, quienes a su vez reciben elotes gratis, recién cocidos, que reparten bellas damas vestidas con trajes típicos.

El desfile desemboca en la plaza principal, frente a la cual se encuentra el templo nuevo. Los asistentes al oficio religioso portan cada quien una caña con elote, de suerte que la iglesia aparece como un amplio cultivo de plantas verdes espigadas. Al final de la misa se despencan los elotes de las cañas y se depositan como ofrenda al pie del altar. Luego, todos esos elotes son obsequiados a los asistentes.

Al término de la misa se celebra en la plaza la verbena popular, donde también se reparten elotes cocidos y tatemados, tamales, tacos y otros derivados del maíz. Hay ahí espectáculos de caballos bailadores, fuegos artificiales, palo encebado y, desde luego, música y baile, donde jóvenes y viejos se dan gusto.

Rescate de valores históricos, morales y religiosos

Ofrendas de elotes en Capilla del Refugio

La ofrenda del elote.

En su homilía de la Misa del Elote el padre Orozco aprovecha la ocasión para hablar acerca de la descomposición social que priva en los tiempos modernos, «donde el matrimonio está en crisis y los muchachos y muchachas se van al arroyo con mucha facilidad«. Este regaño lo envuelve en un semblante sonriente, lo que lejos de molestar, agrada a los jóvenes.

En conclusión, la Fiesta del Elote rescata valores históricos, morales y religiosos de los mexicanos, pero además fortalece los lazos de fraternidad entre los campesinos y contribuye a promover la producción agrícola en un país que, como México, se ha venido alejando de la autosuficiencia alimentaria.

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Hernán Cortés, entre la maldición y la gloria

800px-Cortes_y_moctezuma. Wikipedia.

 Encuentro de Cortés y Moctezuma.

El Ayuntamiento de Guadalajara, Jalisco, fundamentó en 1921 su oposición a un monumento para Hernán Cortés, proyectado en la Ciudad de México por la Unión de Ayuntamientos Mexicanos, en siete cargos concretos contra el conquistador español.

Tal oposición dio motivo a una serie de ataques al cabildo tapatío por parte de un sector de la prensa capitalina, especialmente del periódico Excélsior, dirigido entonces por su fundador, Rafael Alducin.

Con este monumento, que finalmente no se hizo, se buscaba honrar la memoria de Cortés al cumplirse el Cuarto Centenario de la toma de Tenochtitlan, la capital azteca, el 13 de agosto de 1521.

Los siete cargos contra Cortés 

Tortura de Cuauhtémoc. Wikipedia

Tortura de Cuauhtémoc.

El dictamen oficial del Ayuntamiento tapatío, aprobado por unanimidad el 5 de mayo de 1921, contiene las siete acusaciones contra el conquistador, cuyo texto es el siguiente:

1.- El acto inhumano e injustificado de mandar mutilar de ambas manos a 50 mercaderes tlaxcaltecas, so pretexto de espionaje que nadie pudo comprobarles.

2.- La feroz y alevosa matanza de más de tres mil individuos en Cholallán, y el pillaje e incendio de esa población indefensa.

3.- La perfidia inaudita empleada para con el monarca Moctezuma Xocoyotzin, y el asesinato perpetrado en éste antes de la evacuación de Tenochtitlan, en la memorable Noche Triste.

4.- El suplicio de Coauhpopoca, señor de Coyohuacán, el del hijo de aquél, y el de otros 15 nobles a quienes hizo quemar vivos por haber dado muerte a unos soldados españoles, obedeciendo para ello órdenes de Moctezuma y con estricta sujeción a las leyes del imperio.

5.- El tormento de fuego que por insaciable ambición de oro en Cortés y sus guerreros, mandó aplicar aquél a los desventurados monarcas Cuauhtemotzin y Tetlepanquetzal, porque no quisieron ni pudieron entregar los restos del tesoro de la monarquía azteca.

6.- El infame ahorcamiento de dichos soberanos y el rey de Acolhuacan, en unas ceibas de la comarca de Izancanac, y

7.- El uxoricidio infame perpetrado por Cortés en 1522, en Coyoacán, en la persona de su esposa legítima, doña Catalina Juárez Marcaida, con objeto de quedar libre para contraer nuevas nupcias con una señora de la principal nobleza española.

En pocas palabras, el Ayuntamiento concluyó que no procedía erigir un monumento a un sádico asesino, traidor, mentiroso, codicioso y ladrón.

Airadas reacciones en México. El ataque de Excélsior Huitzilopochtli_telleriano. Wikipedia

 Dios Huitzilopóchtli. Código Telleriano-Remensis.

La posición asumida por el cabildo tapatío desató airados ataques en su contra en la capital del país, entre los que destacó el editorial publicado por Excelsior el 10 de mayo de 1921, que bajo el título «La propuesta de Huichilobos» (así llamaban los primeros frailes y conquistadores españoles al dios Huitzilopóchtli), acusó al gobierno de Guadalajara de «querer mantener vivos y perennes, con el celo de una vestal, los rencores de 1521″.

Sostuvo que Hernán Cortés construyó la actual nacionalidad mexicana y que «nuestra organización como pueblo se caracteriza más, para fortuna nuestra, por los elementos civilizadores de España, que el Gran Conquistador aportó, que por los residuos de barbarie indígena que nos quedan, y que el progreso hará desaparecer totalmente para sepultarlos en los museos de antigüedades históricas».

Luego, el mismo editorial se pregunta «si los señores munícipes tapatíos prefieren la escritura jeroglífica y los dialectos indígenas, inarmónicos y pobres, al habla de Castilla, sonora y limpia como una campana de plata, así como los sacrificios humanos y la bárbara esclavitud en la que se encontraban los pueblos de Anáhuac antes de la conquista; si sus oídos se regalarán más con el teponaxtle y la chirimía, que con la música de las Vitorias, Salinas y Guerreros».

Y remató:

«Quizás el muy ilustre Ayuntamiento a que nos referimos eleve su emoción hasta el éxtasis ante una de aquellas pinturas deformes que solían ejecutar los artistas del Imperio Mexica, y desprecie olímpicamente los lienzos de Velázquez y Murillo, del Greco y de Ribera… Todo puede suponerse, después de sus palabras en que duda que Cortés haya sido realmente civilizador».

Respuesta de la Gaceta Municipal a Excélsior

800px-Monumento_al_Mestizaje. Wikipedia.

Monumento al Mestizaje en la Ciudad de México.

En el mismo tono virulento y sarcástico, la Gaceta Municipal de Guadalajara, órgano oficial del Ayuntamiento, dirigido en aquel tiempo por  el historiador Luis M. Rivera, respondió en su edición del 15 de mayo al editorial de Excélsior señalando, entre otras cosas, que «no creemos en el símbolo de la fusión de las dos razas, aborigen y blanca, sintetizado en la unión de don Hernando Cortés y La Malinche», pero que si tal fuera el caso, el monumento proyectado para el conquistador debería erigirse a su teniente Hernández Puertocarrero, ya que éste fue el primero que estuvo unido a La Malinche «varios meses antes de que Cortés se la quitara para simbolizar con ella la fusión de las razas y echar los cimientos de nuestra nacionalidad».

Sostuvo, asimismo, que los actos reprobables de Cortés no pueden quedar opacados por el brillo oropolezco de sus buenas cualidades guerreras, ni por las políticas de que dio a veces pruebas, «porque esos actos, aun juzgados con el criterio dominante hace cuatro siglos, son crímenes atroces que debieron haberlo conducido a la horca y a la hoguera», y si logró escapar de una y otra, agrega, no se debió al fallo absolutorio de un tribunal competente y justo, sino a que Carlos V mandó dar carpetazo a las acusaciones, tanto para premiar a quien gratuitamente le había donado el imperio más rico y extenso del Nuevo Mundo, como por no desprestigiar a España.

Tal era el tono de la polémica suscitada hace 93 años, al recordarse el Cuarto Centenario de la Conquista de México. ¿Qué nos espera en los próximos años, en ocasión del Quinto Centenario?

 

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Rechazó Guadalajara un monumento a Hernán Cortés

640px-Hernan_Fernando_Cortes. Wikipedia.

Hernán Cortés.

Guadalajara no quiere acordarse del conquistador Nuño de Guzmán, a pesar de que le debe su nombre, pero tampoco muestra gran aprecio por Hernán Cortés, quien fuera enemigo del primero.

A Nuño no le perdona esta ciudad la infinidad de crímenes que cometió durante la conquista de Nueva Galicia, hoy territorio de Jalisco, mientras que de Cortés, aunque a éste no le faltan defensores, no guarda la mejor imagen.

Al cumplirse este año el 493 aniversario de la conquista de México, consumada por Cortés con la toma de Tenochtitlan, la capital azteca, el 13 de agosto de 1521, es oportuno recordar una interesante polémica desatada hace 93 años sobre este controvertido personaje, en la cual tuvo destacada participación el Ayuntamiento tapatío.

Iniciativa de la Unión de Ayuntamientos Mexicanos

Resulta que en 1921, con motivo del Cuarto Centenario de la conquista, el Comité Permanente de la Unión de Ayuntamientos Mexicanos dirigió una circular a todas las corporaciones edilicias de la República, pidiéndoles su parecer acerca de la erección de un monumento a Hernán Cortés en la capital del país, pero el Ayuntamiento de Guadalajara, encabezado entonces por el Sr. Alfredo Romo, rechazó en forma tajante este proyecto, negando incluso cualquier contribución para el mismo.

Tal acuerdo desató feroces ataques en periódicos de la Ciudad de México en contra del Cabildo tapatío, el cual se defendió con firmeza en base a una rigurosa argumentación histórica.

Los argumentos  en favor de Cortés 

Tenochtitlan. Mural de Diego Rivera. Wikipedia.

Tenochtitlan. Mural de Diego Rivera.

La circular No. 7 de la citada Unión de Ayuntamientos Mexicanos, con fecha 31 de marzo de 1921, firmada por su presidente, general Luis M. Hernández, dice que durante las sesiones del Primer Congreso Nacional de Ayuntamientos fue presentada a la consideración de la asamblea una proposición signada por 44 delegados «para que esta Unión erija en la Ciudad de México un monumento a Hernán Cortés, como fundador de los ayuntamientos de la América».

Tal propuesta, según la circular, fue recibida con aplausos por la asamblea, pero de cualquier manera se resolvió consultar la opinión de todos los cuerpos edilicios de la República Mexicana, antes de proceder a su ejecución.

El documento precisa que «Cortés fue fundador y sostenedor de los ayuntamientos de América, siendo los primeros que existieron y que por él fueron creados en esta República, los de Veracruz, México y Coyoacán, cuerpos que dieron trazas civiles a la dominación impuesta por las armas…»

Asimismo, argumenta que «la figura del conquistador de Anáhuac, discutida aún por algunos, no debe ser en este caso la tenida en cuenta, puesto que no se trata de honrar al conquistador, sino al civilizador».

El dictamen de Guadalajara sobre este proyecto fue negativo

Centro de Guadalajara. Palacia Municipal.

Palacio Municipal de Guadalajara.

Leída la citada circular en sesión del cabildo de Guadalajara, el 26 de abril de ese mismo año, se nombró en comisión al regidor Ignacio Álvarez García y al historiador Luis M. Rivera, director de la Gaceta Municipal, para que emitieran dictamen acerca de lo indicado.

El proyecto de dictamen fue aprobado de manera unánime por el Ayuntamiento tapatío el 5 de mayo de 1921, en sentido negativo a la pretensión de la Unión de Ayuntamientos Mexicanos.

La propia resolución, que alude al mestizaje, se apoya en «argumentos irrefutables a la luz de la crítica histórica más exigente, así como a lo que nos dicta nuestra conciencia de patriotas, que si bien no renegamos ni renegaremos jamás de la porción de sangre española que por nuestras venas circula, puesto que es la sangre de un pueblo noble y de gloriosa historia, del que fueron hijos la mitad del número de nuestros progenitores, menos renegamos ni renegaremos de la sangre indígena que también nos alienta y vivifica».

Cortés no fue fundador de los ayuntamientos de América

La negativa tapatía rebatió el argumento central de la iniciativa de la Unión de Ayuntamientos basada en la afirmación de que Cortés es el fundador de los Ayuntamientos de América, ya que antes del arribo de este personaje a lo que hoy es el territorio nacional, se habían fundado otros ayuntamientos en las islas inmediatas.

Si de lo que se trata, agrega, es de reconocer la instalación del Ayuntamiento de la Villa Rica de la Veracruz, es decir, el primero en tierra firme del continente, «el hecho como tal es plenamente histórico, pero no es glorioso para el conquistador ni tuvo consecuencia alguna de provecho para los pueblos que fueron por él y sus secuaces posteriormente conquistados», ya que dicho Ayuntamiento y los demás establecidos en el Nuevo Mundo a medida que avanzó la Conquista «no fueron designados por los pueblos, sino que siempre fueron cargos vendibles».

Tampoco es posible separar al civilizador del conquistador

Conquistadores españoles y aliados tlaxcaltecas invaden Jalisco.

La conquista. 

Concluye en que «aún cuando el Comité quiere que se levante un monumento, no al conquistador, sino al civilizador don Hernando Cortés, esta comisión es de parecer que no es posible separar una personalidad de la otra, en el supuesto de que aquél haya sido realmente un civilizador, ya que sólo en Roma se tuvo la ocurrencia de erigir un templo al dios Jano, a quien la mitología nos representa con dos cabezas».

Cabe advertir que el dictamen tapatío no niega el talento, la audacia, el valor y la energía de que dio sobradas pruebas Hernán Cortés durante la conquista, pero indica que no corresponde a los mexicanos aquilatar esos dones, ya que «fueron todos empleados para la ruina y esclavización del suelo en que nacimos».

Finalmente, pesó la opinión tapatía y el monumento no se hizo

No obstante la campaña de prensa emprendida aquel año en contra del Ayuntamiento tapatío por su oposición a este proyecto, su opinión debió pesar bastante, por representar a la segunda ciudad más importante del país, pues finalmente no se erigió monumento alguno en homenaje a Cortés.

El tema es apasionante y sin duda seguirá dando de qué hablar en los próximos años, a medida que se acerque el Quinto Centenario de la conquista, cuando reviva la vieja polémica sobre uno de los más controvertidos personajes de la Historia nacional.

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