Cantinflas en Guadalajara: Su definición de política

 Cantinflas

Cantinflas, el político.

   El popular cómico mexicano Mario Moreno, “Cantinflas”, cuya película acaba de estrenarse en Guadalajara, dio una interesante definición de política, escasamente conocida, al asistir como invitado de honor el 2 de febrero de 1980 al Tercer Informe del gobernador del Estado de Jalisco, Flavio Romero de Velasco, en el Teatro Degollado de esta ciudad.

   Al término del acto, en una entrevista de las llamadas «banqueteras», nos acercamos a Cantinflas varios periodistas locales, y entre otras cosas, le pedimos una definición sobre los políticos mexicanos, pregunta que desde luego venía al caso, porque asistía él al informe del gobernador. El cómico, reconocido mundialmente por su peculiar lenguaje churriguresco, contestó de la siguiente manera:

   «Bueno, pero vamos no a generalizar, ¿verdad? Es cuestión de que… Bueno, claro, desde luego, ya que estamos en política yo creo, y además estoy seguro, usted estará de acuerdo o no, y en esta forma mejor… Digo, para que no se preste a que le digan que no es así, así debe de ser ¡Y ojalá así sea!».

Participación de Cantinflas en política

   Los reporteros ahí presentes no esperábamos otro tipo de respuesta por parte del famoso comediante, porque de hecho era algo así lo que andábamos buscando, pero alguien que conocía su debilidad por la política y su gran popularidad, ya que en aquel tiempo se decía que incluso llegó a ganar elecciones en las urnas sin contar con registro alguno como candidato, le preguntó sobre su participación en política.

   Mario Moreno, asumiendo entonces una actitud más seria, contestó que él no había dejado de participar , “y de hecho  –dijo– cada día participo más fuerte y más activamente:

   «Todo ciudadano y especialmente el artista –agregó– debe participar en política. Mi tribuna es el foro, es el cine, y si yo puedo hacer algo políticamente, algo bueno para mi país, lo haré, lo seguiré haciendo y lo haré siempre».

Mario Moreno promete filmar «El Señor Gobernador»

   Otro reportero le preguntó si no pensaba en hacer una nueva película, por ejemplo, «El Señor Gobernador«, y Cantinflas respondió: «Algún día haré una película sobre el señor gobernador. Ése es un buen título».

   Respecto al Tercer Informe Anual de Romero de Velasco, que acababa de escuchar con atención desde la tribuna principal del Teatro Degollado (lo habían ubicado en sitio de honor, por supuesto), manifestó que era un documento no sólo positivo sino lleno de esperanzas:

   «Los felicito –dijo como despidiéndose- porque han oído un informe sensacional. Yo soy jalisciense… Bueno, qué quiere que le diga más… Mejor ya me voy».

   En ese momento llegaba el gobernador Romero de Velasco, quien sonriente y con un «vengo a rescatarlo» lo tomó del brazo y lo alejó de los periodistas.

Dos películas quedaron en promesa

   A manera de conclusión, resta decir que Mario Moreno fue el segundo personaje famoso que en menos de dos décadas prometió en Guadalajara hacer una película sobre un tema específico, sin poder cumplir su compromiso. El primero fue el genial caricaturista Walt Disney, quien en 1964, al visitar esta ciudad con motivo de la Primera Reunión Internacional del Programa Pueblo a Pueblo, anunció una película sobre los niños huérfanos del Hospicio Cabañas, que a la postre no logró hacer porque el cáncer causante de su muerte, en 1966, se lo impidió.

   Por su parte, Cantinflas, después de esta entrevista en Guadalajara, vivió 13 años más, pero por alguna razón tampoco realizó la película «El Señor Gobernador«, cuyo título, sugerido por uno de los reporteros tapatíos presentes en aquella entrevista en el Degollado, le había llamado la atención.

   Artículos relacionados: Walt Disney en Guadalajara, Perdido en el Reclusorio Oriente: Entrevista con FRV.

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La modestia de Benito Juárez en tres anécdotas

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Don Benito Juárez García.

   Muy modesto en su persona y en su trato, pero muy grande de espíritu fue el Benemérito de las Américas, Benito Juárez García, nacido el 21 de marzo de 1806 en San Pablo Guelatao, Oaxaca, aldea donde en aquel tiempo vivían solo 20 familias. A la edad de tres años quedó huérfano, por lo que pasó al cuidado de un tío suyo que tenía un rebaño de ovejas, del cual fue pastor. Sin embargo, al perder una oveja, tuvo que huir a la ciudad de Oaxaca, donde entró al servicio doméstico y cursó sus estudios.

   Se recibió de abogado en 1834, y en su brillante carrera política y administrativa fue magistrado del Tribunal de Justicia del Estado, gobernador en varias ocasiones, secretario de Estado en México, presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Presidente de la República.

   Encabezó a los liberales en la defensa de la Constitución de 1857 y expidió las Leyes de Reforma, que acabaron con los fueros de la Iglesia y de los militares. A partir de 1861 se enfrentó a la invasión extranjera europea, apoyada por los conservadores, que terminó con la ejecución del emperador Maximiliano de Habsburgo el 19 de junio de 1867. Murió el 18 de julio de 1872.

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El emperador Maximiliano.

Incidente con un ranchero en el Teatro Nacional

   Entre las muchas anécdotas que revelan la humildad de don Benito -dice Guillermo Prieto, cercano colaborador de él-, figura el incidente ocurrido con un ranchero en el Teatro Nacional, cuando el señor Juárez era ministro de Justicia.

   Resulta que Juárez tenía un asiento reservado en dicho teatro, pero una noche llegó tarde a la ópera, y al ver a un foráneo cerrero que se había apoderado de su asiento, le pidió con el mayor comedimiento que lo desocupara, pero éste, indignado, lo maltrató y no se movió de ahí. Juárez se retiró a buscar otro sitio.

   En el entreacto el acomodador fue a explicarle al ranchero que esa luneta era del señor Ministro de Justicia.

   –» ¡Ave María Purísima!», dijo el ranchero, poniéndose las manos en la cara, «¡Buena la hice!», y fue adonde estaba el señor Juárez para disculparse, pero el ministro le suplicó que siguiera en su asiento, pidiéndole además al acomodador que no se le molestara.

Lo que ocurrió con una negrita en Veracruz

   Siendo ya Presidente de la República, una noche llegó Juárez con sus colaboradores al Puerto de Veracruz, donde de emergencia les dieron alojamiento en una casa particular. La habitación del Presidente no tenía baño, pero como él acostumbraba bañarse diariamente, al levantarse por la mañana pidió a una negrita que gobernaba la casa que le llevara agua para asearse, pero la negrita, llamada Dolores, confundiéndolo con cualquier criado, le contestó con impertinencia: «¡Sírvase usted si quiere!, ¡Yo no soy su sirvienta!». Juárez se sirvió con la mayor humildad.

   A la hora del almuerzo llegó el Presidente a ocupar su asiento en el comedor; la negrita lo vio, reconoció al que en la mañana había creído un criado, y haciendo aspavientos y persignándose salió corriendo, diciendo la barbaridad que había cometido. El señor Juárez rió mucho, y Dolores fue conservada como excelente servidora, narra Gullermo Prieto.

El caso de un peluquero en Guadalajara

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La Plaza de Armas que conoció Juárez, en Guadalajara.

   Una anécdota similar a las dos anteriores fue lo que le ocurrió al señor Juárez con un peluquero de Guadalajara, en 1858, cuando al salir una mañana del Palacio de Gobierno, donde estaba hospedado, atravesó la Plaza de Armas y entró a una peluquería ubicada en el portal frontero, para que le hicieran un corte de pelo. Cabe señalar que el Presidente iba solo, como siempre, no traía escolta (en plena Guerra de Reforma), y al llegar a la peluquería esperó su turno y se sentó colocando el sombrero en la silla de junto.

  — «El sombrero se pone en el clavijero», le dijo de mala gana el peluquero, que al verlo chaparrito y prieto ni idea tenía de quién era.

   Don Benito tomó su sombrero y lo colocó donde le dijeron, pero al rato llegaron sus colaboradores, que ya lo andaban buscando: «Señor Presidente, ya nos tenía usted preocupados por su ausencia». Al darse cuenta el fígaro que su cliente no era otro que el Presidente Juárez, se deshacía en disculpas.

   –«No se disculpe amigo, el presidente es el primero que debe respetar el sitio donde se encuentre», respondió.

    Realmente era don Benito un gobernante excepcional.

 

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